sábado, 30 de noviembre de 2013

Disfrutando como un gorrino en el barro




Este fin de semana sólo podía salir el sábado, un día en el que la predicción daba lluvia en toda la Rioja, con vientos moderados con rachas fuertes de componente norte y con temperaturas bajo cero a partir de unos 1500 metros.

Pero no me iba a quedar en casa. Tenía que elegir una ruta con cierta altitud para huir de la lluvia, pero tampoco mucha para no  quedarme atascado en la nieve caída en los últimos días, resguardada del viento del norte y con posibilidad de alternativas. Todo un reto. Así que me fui a Ezcaray, con varias rutas en el gps, y a las 8:45 ya estaba pedaleando en dirección a Turza, un valle que discurre en la dirección este-oeste protegido, del viento.

La total quietud solo era rota por los ladridos de los perros de una batida cercana; por si eran pocos los condicionantes, ahora había que añadir la posibilidad de que una batida me impidiera realizar la ruta prevista.

Las bajas temperaturas de esta noche han helado los arroyos que cruzan el camino haciendo más complicado superar ciertos tramos.

El viento ha azotado los árboles y ha alfombrado el camino.

La nieve hace acto de presencia llegando a Turza.

Continuo subiendo hacia Bonicaparra, y cada vez hay más nieve.

Un acebo lleno de bayas pone un punto de color sobre el blanco de la nieve.
 
Al poco rato la fuerte pendiente y la nieve hacen imposible continuar pedaleando, por lo que continuo caminando.

Llegando a Bonicaparra veo que la niebla casi oculta el refugio, otro condicionante más que añadir a la larga lista, y los coches de los cazadores que hay aparcados confirman la proximidad de una batida.

Tras descansar un poco en el refugio, y dada la imposibilidad de seguir subiendo por encima de los 1300 metros por la cantidad de nieve que hay, decido pasar al plan B: continuar casi llaneando hasta el collado Sagasta para bajar por el GR a Ezcaray.

Los primeros metros por la carretera cubierta de nieve helada son bastante delicados: 

tengo que ir muy fino con el manillar y los frenos para poder continuar rodando. Además de la niebla está cayendo agua nieve y con las gafas puestas no veo nada, pero sin gafas los ojos me lloran a chorros y tampoco veo mucho.

Pronto cojo la pista y empiezo a llanear. La presencia de rodadas en la nieve me permite rodar bastante cómodo, pero siempre atento a los cambios de rodada y de dureza de la nieve. Aún así consigo hacer algunas fotos y grabar unos segundos de vídeo mientras pedaleo.

Cuando llego al collado Sagasta aparece el viento, que sopla muy frío.

Unas fotos rápidas, me pongo las protecciones y empiezo a bajar por el GR.

Todos los sufrimientos y penalidades (relativas, todo hay que decirlo) terminan cuando empiezo a bajar por el camino con unos 15 cm de nieve,

pedaleando para no perder velocidad, surfeando de lado a lado del camino, forzando la adherencia de las ruedas hasta sus límites y en algún caso algo más allá de los límites, lo admito, pero la caída fue sin consecuencias.

El pinar da paso al hayedo, casi desnudo de hojas, pero precioso como siempre.

Mientras estoy haciendo alguna foto recibo un whatsapp de mi mujer, preocupada, preguntándome si estoy bien, con el mal día que hace, que no para de llover, y este frío y este viento ….. Mi respuesta lacónica, “Estoy gozando como un gorrino en el barro”, hace que se tranquilice.

La nieve va desapareciendo y continúo la senda por una increíble alfombra de hojas.

Es la primera vez que bajo por esta senda y voy sólo, así que intento no forzar mucho, pero la senda pide guerra y yo se la doy. Una raíz retorcida, unas piedras resbaladizas, un agujero escondido, un tronco caído que cruza de lado a lado; la senda tiene sus trampas, lo que añade más aliciente al descenso.

Y como colofón, el barro y el agua en el último tramo hacen que la metáfora del gorrino y el barro se convierta en realidad, por lo del barro, digo.

Finalmente, tras poco más de dos horas y media, llego a la antigua estación de tren hoy reconvertida en bar, donde me tomo un colacao bien caliente y regreso a casa con la sensación de haber superado todas las dificultades de un día lleno de condicionantes negativos y en el que he disfrutado como un gorrino en el barro.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Invierno en Gallinero



En apenas unos días hemos pasado del verano al invierno. Hace tres día salíamos de corto y hoy nos abrigamos porque la temperatura prevista no va a subir de 0 grados en toda la ruta. Las nieves de las últimas horas nos hacen dirigirnos a la zona de Gallinero que sabemos que aguanta bien el agua.

Comenzamos la ruta subiendo por carretera hasta Pinillos para continuar por la pista

remontando el arroyo Rioseco.
Foto de Alvaro
La nieve cada vez es más abundante,

y las ramas de los árboles sucumben ante el peso de la nieve
Foto de Alvaro
y se inclinan sobre el camino con una elegante reverencia.

La nieve acumulada no nos impide continuar, así que dejamos a un lado la pista que va a Gallinero y continuamos subiendo.

Llegamos al cercado, cota 1300, y es imposible seguir subiendo así que cogemos la pista que sale a nuestra derecha.

La pelea con la nieve virgen es dura,  pero divertida a más no poder.

Para Edu y Alvaro es su primera salida en bici por nieve y están como dos niños el día de Reyes

Al poco rato nos internamos en el hayedo
Foto de Alvaro
 y continuamos por una senda.

Es muy difícil adivinar por dónde va la senda, así que las consultas al gps son constantes
Foto de Alvaro
En este rincón la nieve deja estampas a cual más bonita.

La fuerte pendiente nos obliga a empujar la bici durante un corto tramo

pero no se nos borra la sonrisa de la cara. Quizá mucha gente no lo entienda pero estamos gozando más que un jabalí en el barro. 
 
Finalmente salimos a la pista y termina la subida. Ahora podemos coger velocidad y disfrutar de un auténtico surf en nieve. El silencio del hayedo nevado sólo es roto por los gritos de Edu y Alvaro, esos dos chiquillos que hoy han venido con nosotros ;P

Alcanzamos el collado y cogemos el gr que nos bajará a Gallinero. Todo un disfrute el rodar por esta senda nevada, aunque algo delicada en las zonas de piedras.

En Gallinero continuamos por el gr para bajar a Villanueva. 

Aquí la nieve es mucho menos abundante y rodamos sin dificultad a pesar de que pica para arriba,

y según bajamos cambiamos el blanco de la nieve por un manto de hojas de haya.

 y los colores de otoño vuelven a aparecer.

Al llegar a Villanueva la nevada es abundante y decidimos parar unos minutos a tomar un colacao caliente ante la mirada atónita de los pocos que había en el bar y que no se acaban de creer que en un día así se pueda salir en bici. La misma sensación que hace poco más de un año que hicimos la ruta Lluvia en los Cameros un día en que no dejó de llover.

Al continuar nieva aún más, pero este aparente contratiempo no hace sino incrementar el disfrute de esta aventura. Dejamos atrás Villanueva 

y seguimos por la calzada romana, senda que no dejaremos hasta casi el final de la ruta.

Cruzamos Pradillo y su puente románico en plena nevada
Foto de Alvaro
y, tras nuestros más y nuestros menos con un rebaño de vacas que obstruían el paso, ascendemos por el robledal.

Tras dejar atrás los grandes robles que jalonan la senda

llegamos a Peñas Malas y nos detenemos un momento a disfrutar de las hermosas vistas sobre el cauce del río Iregua, donde los colores del otoño contrastan con la nieve caída más arriba.

Una vez puestas las protecciones bajamos rápidamente por este divertido 

y ratonero tramo

 hasta el puente de madera sobre Arroyo Admuel,

donde remontamos el desnivel que queda hasta la carretera de Pinillos donde termina esta aventura.

Casi 5 horas en las que la temperatura no ha subido de 1 grado pero hemos pasado calor, nos hemos encontrado en medio de un hayedo nevado sobrecogedoramente silencioso, hemos dejado nuestras huellas en la nieve recién caída y hemos disfrutado de una ruta de lujo. Tenemos la extraña habilidad para encontrar el disfrute en un día "de perros" en el que lo "razonable" sería quedarse en casa.

Y los amigos, de lujo.

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