domingo, 19 de mayo de 2013

Una senda rápida



Una de las características de las rutas que solemos hacer es el intento de maximizar los tramos de sendas. No sólo para bajar sino también para subir o para llanear. Y normalmente son sendas que, salvo alguna vieja conocida como la senda de las Neveras de Sojuela, suelen ser más técnicas o simplemente duras, y que afrontamos sin prisas, intentando superarlas a base de destreza, técnica y una dosis de fuerza y valor.

Pero hoy no. Hoy toca una de esas sendas en la que sueltas frenos y metes bastante desarrollo para pedalear y no perder velocidad. Una de esas sendas en las que las piedras saltan a tu paso, las ramas de los boj te golpean los brazos y el aire zumba en tus oidos.

Pero vayamos por partes: para poder bajar hay que subir primero.

Hoy arrancamos desde Torrecilla y, sin anestesia, comenzamos a subir por un cerrado valle remontando el arroyo de Las Navas

en el que las rampas se suceden una tras otra de forma que la siguiente siempre es más dura que la anterior.

Ganamos altura rápidamente y después de salvar unos 300 metros de desnivel alcanzamos un collado donde nos preparamos para la primera senda del día.

Inicialmente entre bojs y encinas, 

la pendiente no es muy fuerte, pero la presencia de piedras sueltas hace que no podamos correr mucho. 

Pero en cuanto divisamos Nieva 

se suceden un par de zonas con curvas cerradas
y grandes piedras sueltas 

en la que tenemos que andar más finos porque la caída se rifa en cada metro.

Continuamos bajando y disfrutando de una hermosa vista del Nieva

y alcanzamos la pista del trampal, donde decidimos dejar la subida a la Mohosa por el GR para otro día y subimos por la pista que nos lleva al aserradero por Llano de la Turquilla. 

Las duras rampas iniciales 

se alternar con breves descansos 

que nos permiten tomar aire para afrontar las duras palas del final. 

Una vez coronado, nos reponemos de las últimas rampas al abrigo del viento que sopla frío para ser Mayo. Tras el almuerzo, cumbreamos por el aserradero 

hasta las inmediaciones de Cerro Plandero, donde cogemos la senda que nos llevará a Torrecilla.

Tras las primeras revueltas, 

la senda se estira y cogemos velocidad.

Las piedras empiezan a saltar a nuestro paso (alguna bien gorda saltó hacia mi pierna demostrando la conveniencia de llevar protecciones) y las ramas de boj nos golpean sin piedad en brazos y piernas.

Da rabia parar a hacer fotos, pero nos puede el intentar adornar estas crónicas con alguna imagen.

Pero en seguida reanudamos la bajada y volvemos a coger velocidades cercanas a los 35 km/h

Finalmente llegamos a las inmediaciones de Torrecilla,

y un pequeño despiste nos hace bajar por un sitio digamos que poco transitado.

Ruta corta de 22 km que solventamos en poco más de tres horas y media que disfrutamos a tope y de la que sacamos la conclusión, al menos yo, de que la satisfacción de superar un paso complicado o de pedalear por una senda técnica  sabe bien, pero la adrenalina de bajar a tope por una senda rápida también deja buen sabor de boca. Pero no dejamos de ser conscientes del diferente nivel de riesgo que se asume en uno y otro tipo de sendas. Y, además, no van a ser todos los días iguales.

El resto de fotos en:
https://plus.google.com/u/0/photos/113656869193957184650/albums/5879747360381910705?hl=es

viernes, 10 de mayo de 2013

Calzada romana y senda Nestares




Una avería en mi YT me obligaba a hacer la ruta de hoy con la Trek, así que propuse que hiciéramos una de las rutas que teníamos pendientes y que no tenía grandes dificultades técnicas, aunque sí un gran atractivo por el recorrido.

Algo más tarde de lo previsto, porque me levanté más tarde de lo previsto, porque me acosté más tarde de lo previsto, iniciábamos la ruta en Viguera, y ya el calor empezaba a notarse, preludio de que la mañana iba a ser calurosa. Así que ligeros de ropa empezamos a atacar las rampas que nos dejarán en el collado justo debajo del castillo de Viguera. 
 
Pero en vez de continuar por el trazado habitual, seguimos subiendo por una senda que desemboca en un camino y que nos lleva hasta la cota de 1000 metros,

momento en el que dejamos el camino y comenzamos a bajar por otra senda.

Esta senda nos deja en unos impresionantes cortados de unos 30 metros donde la senda se convierte en un empinado descenso por zona de rocas sueltas. Llega el momento de la verdad: ni las ruedas, ni la tija alta, ni las suspensiones aconsejan tirarse, pero ya que estamos…..

Superada con éxito la dificultad alcanzamos la calzada romana y es cuando vemos el desastre: alguien ha ensanchado la senda hasta hacerla transitable con quad, y no ha tenido reparos en cortar robles, boj, mover tierra, etc. Un destrozo, como puede apreciarse en la siguiente foto.

Continuamos pedaleando con una mezcla de cabreo, rabia, impotencia y tristeza por ver cómo un paraje tan bonito, que tanto ha costado recuperar, que se debería potenciar para disfrute de todos, ha sido destruido sin ningún tipo de miramiento.

Afortunadamente, unos km. más adelante el rastro de la destrucción se desvía hacia el río Iregua y a partir de entonces la senda continúa como antes. Podemos ver las aulagas poner nua nota de color en el paisaje

y los hayedos la suya

Intentando olvidar lo pasado, comenzamos a disfrutar del recorrido.

Mientras, el calor se alía con la humedad del terreno haciendo que a ratos el ambiente sea algo asfixiante, pero puede más el disfrute.

La senda en este tramo sigue estando perfecta.
Tras una parada para reponer fuerzas, iniciamos el descenso a Torrecilla. Con un puntito de envidia dejo a mis amigos ir delante y me prometo que pronto volveré a hacer esta senda con la otra bici.

Una vez en Torrecilla, cogemos agua y ponemos rumbo a Nestares. Aunque es en continua subida, los paisajes que vemos son preciosos en esta época del año y no podemos evitar parar y hacer unas cuantas fotos.

Continuamos por un camino que al poco está totalmente impracticable con una mezcla de agua, barro y estiércol, por lo que lo abandonamos. La presencia de un vallado nos obliga a dar un rodeo a pata que termina en un mar de aulagas en plena floración.

Después de más fotos

regresamos al camino que se convierte en una empinada senda que nos hace retorcernos sobre nuestras bicis.

El esfuerzo se ve recompensado por las vistas que tenemos del valle del Iregua, y es que volvemos a rozar la cota de los 1000 metros.

Algún paso de cierta dificultad técnica pone el punto de emoción a la ruta, que está siendo espectacular al recorrer la senda por una zona abierta.

Poco a poco la senda empieza a discurrir por un encinar y, aunque se aprecia que la han limpiado de maleza recientemente, aún no está muy pisada y el pedaleo se hace más duro.

Cuando la senda se interna en el robledal, las huellas de las vacas en la tierra algo fangosa hacen que el avance sea aún más difícil, prefiriendo a veces rodar fuera de la senda.

Finalmente alcanzamos el hayedo, que luce sus recién brotadas hojas.

Después de un breve descenso alcanzamos un camino que discurre por el hayedo 

y que bajamos rápidos porque tenemos mono de velocidad después de tanto sendeo.

Como es muy tarde decidimos dar por terminada la ruta y bajamos directamente a la carretera a la altura de Panzares, continuando hasta Viguera y dejando para otro día el resto de la ruta prevista.