domingo, 29 de diciembre de 2013

En busca del Gran Blanco




Nuevamente me veo en la tesitura de salir sólo, así que decido volver a la Sierra de la Demanda. Aprovechando que hay menos nieve voy a intentar alcanzar más altitud e intentar ver de cerca al Gran Blanco, apodo que me ha parecido oportuno para referirme al pico San Lorenzo, el monte más alto de La Rioja y que en estas fechas presenta un aspecto níveo.

Como en la anterior ruta, me planteo varias alternativas en función de la cantidad de nieve que encuentre.

Así, a las nueve ya estoy rodando por el camino que lleva de Ezcaray a Turza, 

pueblo al que llego sin más contratiempo que algún tramo de barro.

Superado Turza, esta vez es el terreno blando (por lo visto han arreglado el camino pero el firme no está asentado) el que dificulta mucho mi avance. Afortunadamente han echado una capa de gravilla por lo que el barro no ser agarra a las ruedas y puedo llegar a Bonicaparra sin tener que caminar.

El aspecto del refugio hoy es muy distinto al de la última vez, y aprovecho el sol para no quedarme frío mientras como algo.

Continúo tranquilamente en dirección al Collado Marrulla.

En cuanto el camino se interna en el pinar donde el sol ya no llega la sensación térmica baja muchísimo,

pero aún así me retiro el gorro térmico y me descubro las orejas para poder escuchar el silencio del bosque.

Al salir de nuevo a terreno más expuesto el frío y cortante viento me obliga a abrigarme de nuevo.

La nieve ha hecho su aparición y analizo la situación del camino que sube para arriba mientras llego al Collado Marrulla.

Aunque el collado está libre de nieve,

veo que en el camino que sube sí que hay nieve pero decido continuar.

El fuerte viento del Oeste me ayuda muchísimo en los primeros metros de gran pendiente que consigo superar son asombrosa e inesperada facilidad. El camino está cubierto por una capa de 20 a 30 centímetros de nieve dura pero justo en el extremo del camino el viento ha barrido la nieve y sólo hay una fina capa nieve helada por la que puedo subir pedaleando.

Sólo algún corto tramo en el que la nieve se acumula me obliga a superarlo caminando.

Hasta que llego a un enorme nevero en el que hecho de menos unos crampones. Afortunadamente las zapatillas tienen dos puntas de aluminio que clavo sistemáticamente en el hielo para poder superar este difícil paso.

Al poco rato dos caudalosos arroyos han derretido la nieve. Supero el primero sin problema pero en el segundo resbalo y apunto estoy de caerme al agua.

Afortunadamente consigo mojarme sólo los pies; decido continuar rápidamente

hasta que paso el collado y encuentro un lugar resguardado del viento y donde da el sol para darme un masaje en los pies y cambiarme de calcetines. Se me escapa una sonrisa cuando recuerdo a la gente que me pregunta qué llevo en una mochila tan grande...Y es que nunca sabes lo que te va a pasar en la montaña.

Aprovecho para echar un vistazo a la zona de San Millán por donde estuvimos en bici antesdeayer y donde disfrutamos de una senda de ésas que crean afición.

Una vez que he descansado, comido y con los pies calentitos de nuevo, compruebo la comida y el agua que me queda porque me doy cuenta de que lo que me queda de subida me va a costar más de lo que yo esperaba. Todo en orden, continúo la ascensión.

El camino  continúa en suave ascenso y bastante libre de nieve salvo un nevero en la cara Este del Chilizarrias que supero sin dificultad caminando.

Estoy a 1660 metros y el camino cambia a la cara Sur, donde el viento helado azota sin piedad un terreno congelado que me recuerda a la tundra.

Zigzagueo campo a través evitando las acumulaciones de nieve del camino, luchando contra el fuerte viento

hasta que el camino vuelve a estar marcado,

  ya con el collado Beneguerra a la vista.

El Gran Blanco se muestra esquivo y se esconde detrás de las pocas nubes que hay en el cielo. Habrá que volver otro día…

Ya en el collado, me preparo para afrontar el largo y ansiado descenso. Tengo que decir que en los pocos minutos que tardé en ponerme las protecciones se me congelaron los cubrezapatillas.

Los primeros metros perfectos. Rodar por encima de la nieve helada es un divertido reto. Hasta que encuentro un tramo donde la nieve no es tan dura, se me clava la rueda delantera y salgo despedido por encima del manillar. A partir de este momento todo intento de continuar montado termina con las ruedas o mi cuerpo hundidos en la nieve. Tras el gran esfuerzo de subir hasta aquí me resigno a bajar casi todo el rato caminando hasta el collado Marrulla por el que había pasado dos horas antes. Toda una decepción; habría sido divertido surfear por aquí...

Tras pasar por el collado Marrulla continúo por el GR que sube hasta otro pequeño collado y, tras saludar a dos montañeros, comienzo a descender por una senda increíblemente divertida, rápida, sin piedras, con una adherencia perfecta, en una sucesión infinita de pequeñas curvas, con unas vistas a toda la sierra de la Demanda. Mi móvil tenía muy poca batería y, la verdad, tampoco me apetecía parar a echar fotos. Sólo quería disfrutar del momento y la única foto que hice no le hace justicia.

Llego al Collado Sagasta, hoy completamente verde,

y continúo por el GR,

hoy lleno de agua y barro en lugar de nieve. Pero ya nada importa. El sufrimiento del ascenso ya se ha olvidado. El barro tampoco importa. Sólo queda concentrarme en disfrutar de la bajada, en estar atento a las trampas de esta senda. Tan sólo paro un par de veces para hacer alguna foto

para ilustrar el blog.

Finalmente, tras algo más de cinco horas, llego a Ezcaray satisfecho pero con la espina de no haber podido hacer una buena foto al Gran Blanco. Habrá que volver otro día…

Enlace al track

sábado, 30 de noviembre de 2013

Disfrutando como un gorrino en el barro




Este fin de semana sólo podía salir el sábado, un día en el que la predicción daba lluvia en toda la Rioja, con vientos moderados con rachas fuertes de componente norte y con temperaturas bajo cero a partir de unos 1500 metros.

Pero no me iba a quedar en casa. Tenía que elegir una ruta con cierta altitud para huir de la lluvia, pero tampoco mucha para no  quedarme atascado en la nieve caída en los últimos días, resguardada del viento del norte y con posibilidad de alternativas. Todo un reto. Así que me fui a Ezcaray, con varias rutas en el gps, y a las 8:45 ya estaba pedaleando en dirección a Turza, un valle que discurre en la dirección este-oeste protegido, del viento.

La total quietud solo era rota por los ladridos de los perros de una batida cercana; por si eran pocos los condicionantes, ahora había que añadir la posibilidad de que una batida me impidiera realizar la ruta prevista.

Las bajas temperaturas de esta noche han helado los arroyos que cruzan el camino haciendo más complicado superar ciertos tramos.

El viento ha azotado los árboles y ha alfombrado el camino.

La nieve hace acto de presencia llegando a Turza.

Continuo subiendo hacia Bonicaparra, y cada vez hay más nieve.

Un acebo lleno de bayas pone un punto de color sobre el blanco de la nieve.
 
Al poco rato la fuerte pendiente y la nieve hacen imposible continuar pedaleando, por lo que continuo caminando.

Llegando a Bonicaparra veo que la niebla casi oculta el refugio, otro condicionante más que añadir a la larga lista, y los coches de los cazadores que hay aparcados confirman la proximidad de una batida.

Tras descansar un poco en el refugio, y dada la imposibilidad de seguir subiendo por encima de los 1300 metros por la cantidad de nieve que hay, decido pasar al plan B: continuar casi llaneando hasta el collado Sagasta para bajar por el GR a Ezcaray.

Los primeros metros por la carretera cubierta de nieve helada son bastante delicados: 

tengo que ir muy fino con el manillar y los frenos para poder continuar rodando. Además de la niebla está cayendo agua nieve y con las gafas puestas no veo nada, pero sin gafas los ojos me lloran a chorros y tampoco veo mucho.

Pronto cojo la pista y empiezo a llanear. La presencia de rodadas en la nieve me permite rodar bastante cómodo, pero siempre atento a los cambios de rodada y de dureza de la nieve. Aún así consigo hacer algunas fotos y grabar unos segundos de vídeo mientras pedaleo.

Cuando llego al collado Sagasta aparece el viento, que sopla muy frío.

Unas fotos rápidas, me pongo las protecciones y empiezo a bajar por el GR.

Todos los sufrimientos y penalidades (relativas, todo hay que decirlo) terminan cuando empiezo a bajar por el camino con unos 15 cm de nieve,

pedaleando para no perder velocidad, surfeando de lado a lado del camino, forzando la adherencia de las ruedas hasta sus límites y en algún caso algo más allá de los límites, lo admito, pero la caída fue sin consecuencias.

El pinar da paso al hayedo, casi desnudo de hojas, pero precioso como siempre.

Mientras estoy haciendo alguna foto recibo un whatsapp de mi mujer, preocupada, preguntándome si estoy bien, con el mal día que hace, que no para de llover, y este frío y este viento ….. Mi respuesta lacónica, “Estoy gozando como un gorrino en el barro”, hace que se tranquilice.

La nieve va desapareciendo y continúo la senda por una increíble alfombra de hojas.

Es la primera vez que bajo por esta senda y voy sólo, así que intento no forzar mucho, pero la senda pide guerra y yo se la doy. Una raíz retorcida, unas piedras resbaladizas, un agujero escondido, un tronco caído que cruza de lado a lado; la senda tiene sus trampas, lo que añade más aliciente al descenso.

Y como colofón, el barro y el agua en el último tramo hacen que la metáfora del gorrino y el barro se convierta en realidad, por lo del barro, digo.

Finalmente, tras poco más de dos horas y media, llego a la antigua estación de tren hoy reconvertida en bar, donde me tomo un colacao bien caliente y regreso a casa con la sensación de haber superado todas las dificultades de un día lleno de condicionantes negativos y en el que he disfrutado como un gorrino en el barro.